lunes, 27 de agosto de 2012

Modos cínicos - II

Betiana Tkaczyk
27 de agosto de 2012

Ser niña e ir al mismo jardín de infantes donde se conocieron tus padres en el prescolar. Nunca conocer a la hija de la maestra que, según ella, tiene tu edad. Hacer la vida de cualquier modo mientras tu padre te banca. Escaparte a otro país con un punk. Hacer la vida de cualquier modo otra vez. Volver a los treinta y cinco años de tu extenso viaje sin un mango. No tener trabajo ni profesión. Enseñar idioma en el jardín donde se conocieron tus padres. Ir, como colega, a la fiesta de jubilación de tu maestra. Enterarte que el punk, ahora, es yerno de ella, y un exitoso empresario de la cultura. Enterarte, ahora, que tu maestra fue amante de tu padre, bajo el consentimiento de tu madre. Enterarte, ahora, que su hija es tu hermana y él nunca lo supo. Ofrecerle a tu hermana, tu padre y tu ex amor. Abrirte una cuenta en la red social. No aceptar, por las dudas, a tus compañeros del jardín de infantes. Que no sirva para nada, ni a nadie, todo esto, en adelante.

Modos cínicos - I

Betiana Tkaczyk
27 de agosto de 2012

Trabajar toda la vida, de sol a sol, hasta ahorrar el dinero suficiente para contratar al sicario más caro y eficiente del mundo. Hacerlo para que asesine a quien lo paga y contrata, pues ha guardado sus billetes para eso. Salir en los diarios, ya muerto, y que alguien debata la dudosa muerte. Que algunos estén a favor y otros en contra de los argumentos. Que luego cambien la carátula de asesinato a suicidio, una y otra vez, al encontrar la carta donde el muerto confiesa. Que la ley y la policía se manifiesten confundidas acerca del asunto, pero sin hacerlo público. Que nunca el sicario sea descubierto y encarcelado, porque se ha contratado al mejor. Que no sirva para nada, ni a nadie, todo esto, en adelante.

jueves, 16 de agosto de 2012

Fuerza Animal

Betiana Tkaczyk
16 de agosto de 2012

Atardece. Él suelta su cuarto, mientras cae la noche, abarcándolo todo entre sus paredes. Allí destruye todas las bibliotecas con sus pensamientos, todos los portales de internet con su imaginación, y hasta su propia instancia corpórea, con su irrefrenable visión. Del planeta no queda nada más que su capricho. Ha cabalgado así, a través de los tiempos, como no a podido hacerlo nadie. Recibiendo el espanto de todos los años mudos. Convirtiéndolos en certezas indescifrables, en laberintos de puertas imposibles de atravesar, entre las cuales nunca conocerás su original presencia. Y se alimenta... se alimenta, cada día, de la tierra y de cada uno de sus seres; para cerrar de un golpe, una nueva puerta, en cada una de tus noches. Ha creado el sol para darte existencia, y ahí vives, humano, esperando su llegada, cualquier día, cuando estúpidamente parezcas muerto, de una muerte tonta y coloquial. Allí se hará corpóreo por única vez, y te prenderá brutalmente la luz de todos los tiempos juntos. Quedarás frito, ciego, convertido en prisionero de su única y tu última imagen.

martes, 14 de agosto de 2012

Deseo Animal

Betiana Tkaczyk
14 de agosto 2012

Luna redonda. Forcejea la puerta. Patea tres veces con sus bolsegos, imprimiendo la suela en barro. Aullidos en su cuerpo. Ahogada, desgarra su vestido. Apedrea la ventana. Los vidrios antidisturbio resisten, protegiendo el refugio vacío. Desgarra apenas la madera del marco con las uñas. Las llamas consumen, alrededor, lo queda del bosque. Corren pasos desde el interior hacia sus tímpanos. Ella gira en alerta, y se corta el antebrazo con el filo de sus dientes imprevistos. Grita el dolor de parto sin niño. Destruye brutalmente el depósito de cartas. Se tira al suelo y corre, loba de fuego, entre la humareda de árboles muertos. El refugio se incendia. Los vidrios impolutos reflejan la luna blanca. Eco de aullido.

domingo, 12 de agosto de 2012

Soberbia Animal

Betiana Tkaczyk
12 de agosto de 2012

Camina entre los árboles la noche oscura. Corre desaforadamente el animal haciendo crujir los pastos. Su invierno está desnudo entre sus garras. Sus dientes afilados, expertos. El pelo, espanto de mugre seca, no responde al viento. Pisa el firmamento de un salto. Ruge estropeando la tierra con su caída. Sus ojos rojos, marmolados de fuego, se clavan en tus retinas. Y vos tan dúctil esperando el fin.