domingo, 22 de diciembre de 2013

el nivel (ese aparatito para medir el equilibrio)


Tomar la suficiente distancia de uno mismo.
Levantarse al día siguiente.
Rimar porque sí, o porque no, pero rimar sin rimas.
Desorientado.
Buscando.
Algo más tiene que haber en cada parte de todas partes.
Laterales, bellos en sí, de uno en uno mundo.
Y con cada pregunta surgen miles de respuestas.
No soy yo quien hable la contestación,
y sin embargo,
resisto parlante.
Vaya uno a saber el nivel del equilibrio.

Betiana Tkaczyk
22 de diciembre 2013

sábado, 19 de octubre de 2013

DÓNDE


Dónde plantar mi árbol.
Porque algún día escribiré con final.
Entonces voy a plantarlo,
para cuando crezca el libro,
o el árbol.
Y me voy a sentar a la leer bajo mi copa,
o con mi copa.
Me copa.
La copa que dará sombra,
de tanto en tanto.
Otra cosa es el tejido,
que crece,
semilla
que yace,
en el cuenquito de mis manos.
Y un día llegará al cielo,
el libro,
el árbol,
el arte,
o el viento.
Nadie sabe su destino.
No es tanto.
Principio y fin presentes,
siempre,
en cada acto.

Betiana Tkaczyk

domingo, 29 de septiembre de 2013

Humus

Betiana Tkaczyk


Lazo
raíz
enlace
ver más
ver vos
ver
aquí
el pasto va a crecer
lo sé
cualquier día
en cualquier parte
pero va a crecer
lo sé
porque nunca más cascaritas en el cuerpo
porque nunca más frutillitas en la muerte
porque dónde quiero ir
porque estoy aquí
ahora
diciendo
no sé quien sos
ahora
aquí
diciendo
sé quien soy
un lazo
tejidos
poemas
y tiempo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

BuhO)O

Buho,
hoy ví buhos todo el día,
sol mediante de primavera
y las especies flotando
resguardando las puertas
mirándome a los OjOs,
grandes,
buOhOs,
como nunca los ví.
BhOy VÍ BUhOS TODo el díA.
Y hoy la nO_Oche no la sé,
porque no siempre todo escribe claridad,
porque dejo nunca de volar,
porque BuhO)Os y alas.

viernes, 19 de julio de 2013

Estanque

El lenguaje es un estanque perdido desde hace siglos
cubierto de una delgada y traslúcida membrana.
Dentro pueden verse miles de palabras y conceptos sin inventar
moviéndose como bacterias brillantes
en la oscuridad del fondo de tierra;
y también miles de palabras y conceptos ya inventados
flotando muertos de superficie
sobre el agua iluminada.
Tan completa y equilibrada es la posibilidad de su ecosistema
entre el mínimo movimiento y la total quietud
tan concizo su devenir salvaje
que parece común y cualquiera
que podemos encontrarlo dentro de cada uno de los cuerpos
que se mueven hasta una milésima antes
y un día vuelven al paisaje
hechos un puñadito de polvo
hechos un puñadito de cosas
hechos estanque.


Betiana Tkaczyk

domingo, 12 de mayo de 2013

La foto

Betiana Tkaczyk
12 de mayo de 2013


Las fotos son como espacios vacíos, la de una casa pelada y sin terminar aún, por ej. La ví hoy, revolviendo papeles. 
Y en el medio crecen plantas, la gente tiene hijos, se rompe el calefón, se rompe el auto, se separan, se vende la casa, se juntan otros, se compran otra casa, se tienen otras fotos, se pierden las fotos, se sacan otras fotos, se junta uno, se separa uno, se vuelve a juntar, se sacan otras fotos... uff pará... respirá, respirá.
De golpe uno tiene amigos por cualquier lado, se va de viaje de casualidad, se queda acá, no tiene un mango, estudia, se droga, papa moscas, se vuelve a juntar, trabaja, pulula por casas diferentes, encuentra la suya, no la encuentra, no importa, se queda mirando el mundo, planta otra cosa, otro mundo, se asusta del mundo, se achica del mundo, no entiende el mundo, quiere estar en otro mundo, vuelve a su casa, uff pará... respirá respirá.
Se pelea con el administrador, va al supermercado, tiene un hijo o no lo tiene, tiene sobrinos, padres, hijos, abuelos, no tiene nada, se espanta, se apichona, va a terapia, le dan de alta en terapia, se mira, mira a otro, le da lo mismo, ve todo, no ve nada, se esfuma por un tiempo, no vale nada, todo de golpe tiene valor, todo de golpe es nada, uff pará, respirá, respirá.
Y después, entre aquella foto pelada de la casa por construir y su perfil, tiene un acotencimiento que, decime, ¿quién sabe cómo nombrar, cómo explicar, entre miles de posibles... y encima que, cualquier palabra, ante todo eso, no sea una reverenda pelotudez, y un acto imposible de evitar? Yo no lo sé.

lunes, 8 de abril de 2013

Ronda

Betiana Tkaczyk
8 de abril de 2013

Ronda la idea.
Hay días diferentes de los otros.

Cuando recuerdo pensar en los relatos inconclusos, simplemente los olvido, como si algo fuera a decir, no llores por mí, está bien. El campo, esos días, está verde; y qué otro modo de pisar la tierra se te ocurre:

El fango.

Los días del fango son dudosos, no hay síntesis, no hay estructuras, un montón de acontecer llevado en la próxima lápida, dibujando, derretido, el desequilibrio del cuerpo en los pies, que descalzos, no ayudan más que para hundir. Esos días las palabras se deslizan, y me embarran más y más, hasta quedar tendida, en el suelo; de qué otro modo se te ocurre que podría pisar la tierra:

El desierto.

Viene, viene la sed. Llegando sobre restos de lo que alguna vez fue vid, un cactus con leche, un invertebrado reptante, líbero, que nutriéndose prácticamente de nada, está dispuesto a cruzar el horizonte. Esos días todo huele a ausencias, dolores, y hambre. Esos días sé desde el principio al fin, escribo terca, y me queda chico el mundo, haciendo mierda el diccionario. Y qué otro modo se te ocurre para andar:

El aire.

Respiro, y suelto el andar del teclado. No escribo, floto. Esos días no me importa, no camino, ni proyecto, ni recreo, veo, sólo veo. Y no elijo lo que veo, sólo floto. Y si me gusta, veo. Y si no me gusta lo que veo, igualmente veo. Escribo sin manos y sin pies, con ojos puros; de qué otro modo se te ocurre que podría rondar.

jueves, 4 de abril de 2013

Genealogía de lo inconcluso.

Betiana Tkaczyk
4 de abril de 2013

Genealogía de un hacer inconcluso.


Es inevitable la duda, al menos para mí. Doy clases, no son dudas formales; pero cada vez que asomo la constancia hacia algo semejante a un decir puesto en obra, no puedo más que anunciarme: la estupidez no es necesaria. 
Y no porque piense que soy estúpida, ni porque lo que tengo para decir es estúpido, ni porque no tenga constancia, ni porque piense que todo el resto que se anuncia, lográndolo, lo es; para nada. Es el aire del final lo que sofoca, equivoca, distrae, y, entonces, pienso, pues, ¿no habrá algo que no es necesario en todo esto?, ¿no habrá algo que se esfuma en el aire?, ¿no habrá un tiempo, intermedio, entre el pensar y el hecho, que hace viejo al enunciado, a cualquier enunciado?
¿Y qué es el tiempo, cuando todos los sentidos están de viaje?, ¿y qué es el viaje, cuando ni siquiera somos post-modernidad, cuando ya ni "el viaje" tiene guarda?; y, ¿qué te avisa?, ¿qué te anuncia que tu decir es necesario, como para hacerlo, y no sentirte haciendo estupidez?, ¿y qué te hace pensar que el otro no conoce los mecanismos, los que te son necesarios contarle?, ¿y cuántas ganas habría de tener para intensionar un replicado tardío de mi tiempo, y sentir que es necesario? 
Y a su vez, cuánto tiempo no necesario poniendo ganas. 
Y a su vez, si amparo preguntas, ¿exploto?
Y a su vez, lo inconcluso, siempre termina siendo la única perfección posible de alcanzar.

miércoles, 6 de marzo de 2013

La tragedia que te viste

Betiana Tkaczyk
05 de marzo de 2013

Hoy no me pidas que te mire a los ojos,
puesto que para ver
mis ojos necesitan de mi cuerpo y de mi alma.
Y no sé si te enteraste,
pero,
como siempre sucede,
la masacre se ha consumado.
Mi cuerpo fue empalado en una plaza,
y mi alma en otra.
Y ese día,
como siempre,
todo se vistió con mis colores.
No me quejo,
soy afortunada,
he llegado a ver mi tragedia.
Pero no me pidas que te mire a los ojos,
porque estoy sin ellos.

Vuelvo,
siempre vuelvo entera,
vos sabés
todos lo saben
cualquier día de estos.
Porque si algo ES el mundo,
soy yo, mi tragedia, y los colores que te viste.
Pero hoy no me pidas que te mire a los ojos,
tal vez mañana
sólo, tal vez, mañana.

jueves, 7 de febrero de 2013

Me quedo un ratito y parto.

Betiana Tkaczyk
6 de febrero de 2013

A treinta y ocho metros de distancia de la puerta se desata una tormenta que lava, imprevistamente, en algún lugar lejano, sus restos.
Mientras avanza, llave en mano, lo ve, imaginariamente, doblar la única esquina de la que nadie ha vuelto jamás.
Sigue lloviendo a cántaros afuera y ella aprovecha su rostro mojado y la alergia, para mostrarle al mundo que ya no llora con ojos de pequeña, que sus ojos son grandes.
Parada frente a su puerta, a punto de elegir la llave con la cual abrir, y con un puñado de vivencias mareadas en la otra mano, vuelve a mirar hacia la esquina. Sabe desde siempre que estaría vacía un día como hoy, no le sorprende. Mira el cerrojo y se da cuenta que el misterio está escrito en la forma.
La pulsión más fuerte, tan fuerte, es la de muerte, y entonces, qué, porqué, se pregunta: Un montón de vida toda junta que dio miedo, se responde, luego, en otro tiempo. Pero no ahí. Por ahora ellos soñando, destruyendo, creando, riendo, pulsando, grabando los años de su edad intensa en la propia sangre, que sólo ella fue perdiendo, involuntariamente, mes a mes, mientras se regeneraba nueva. Hubo el tiempo franco. Hubo el tiempo salvaje. Hay, ahora, la forma del cerrojo misterioso, qué, porqué, se pregunta. Habrá el tiempo nuevo, para contestar, si cada cosa sabe como parece de antemano, o si esa especie de arrogancia que es vivir, pulsa en cada interior, desde siempre, solamente el conocimiento que para cada uno la vida avista. Hasta habrá tiempo para enterarme qué pienso de eso, dice, y elige la llave correcta, en un impulso, logrando abrir la puerta.
Entra. Camina. Se encuentra con la jirafa. ¿Porqué habrá dejado esto, entre todo lo posible? Allí dentro, la jirafa de sanguina, sonriendo contenta, flotaba sobre un negro intenso de espesura, igual a la del dibujo que él una vez le regaló. Recuerda que así eran sus chistes de entonces, mezcla de sarcasmo, sensibilidad, humor negro, conocimiento, dulzura, y fundamental delirio. Nunca más nadie volvió a tener un humor que la haga reír tanto. Y en ese espacio, ahí, juntos, vieron todas las vidas y muertes propias y ajenas, desatando la furia incontenible. La de ellos, la del entorno, y la que no se imaginaron. De todas las muertes que ella veía en él, porque no puede decir que no sabía lo que a él algún día le sucedería, la única que nunca pudo ver, fue su muerte literal. Y entonces él le regaló, por esa terrorífica inocencia, en un tiempo lejano, de modo igual de irracional, el dibujo que ella otrora no pudo entender, ni él tampoco. Se quedó un ratito en silencio, descifrando, pero parecía tarea absurda, y a ella que le cambiaba la sangre, se le fue perdiendo la noción.
Entonces ahora, después de la noticia, fue el instante donde deseó al viento que él hubiera menstruado alguna vez, pues tal vez entonces, él también hubiera imaginado un canto para cada ciclo, la banalidad de cualquier cuento posible cuando ya todos los cuentos están contados, lo que significa andar parado, haciendo lo indescifrable para abrir la puerta justa, resolviendo el misterio del cerrojo con sólo dar con el impulso exacto. Y resulta que ella estaba ahí, junto a sus llaves, un puñado de experiencias mareadas, y la jirafa de sanguina en la negra espesura. Y él dónde. Levantó la vista y vió que detrás del animal había otra puerta, que a la vista de ella, no tenía cerrojo ni picaporte, ni nada en el espacio con lo cual tirarla abajo. Algo totalmente en contra de su mente de bolcego rebelado, pero así era la cosa. Quizás estás allí dentro, si estás quiero entrar, pensó; pero luego supo que no podría, por el momento.
Ya él fuera,
ya ella dentro,
se encontraron,
allí,
igualmente impalpables.
Entonces ella, sin saber ni por remotas tapas cuál era su condición allí, dijo: "Así y todo me quedo un ratito porque luego, bueno... -se sonrojó- parto."
Y él respondió sin cuerpo: "No esperaba menos de una jirafa de sanguina contenta en la negra espesura."
Ella rió y lloró en simultáneo, y fue la única. Luego agregó: "Te dejo las llaves para siempre".
"Faltaba menos", contestó él. 
Salió más cerca de su vida, la vez había comenzado, y sin saberlo.