Betiana Tkaczyk
15 de abril de 2012
Sonreía
como espuma etérea. Su obligo estaba por reventar. Había soñado tanto, que duplicó su
apuesta. Latía por dentro doblemente, al punto que su corazón no siempre la esperaba. Los meses eran cuentas progresivas de sucesos mudos. Sus labios
y su nariz se ensanchaban. El líquido llegaba hasta sus pies. Un día despegó de un impulso. Y su vida, fue suya y otra vida, para siempre.
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